Aquí cayó un Rayo



Por Fabio Martínez*

Cuando Omar Rayo comenzó con la idea de construir un museo en Roldanillo, una pequeña población ubicada en el norte del Valle, la gente pensó que estaba loco y que se trataba de una idea descabellada del artista. Para esa época la gente tenía la idea de que los museos y las obras de los artistas eran exclusividad de las grandes metrópolis como Nueva York, París o Bogotá. Rayo, que para la fecha vivía en la ciudad de Nueva York, después de tocar muchas puertas, inauguró en el año de 1981 (hace treinta y dos años) el museo que lleva su nombre.
Roldanillo es una pequeña población que está situada en la margen izquierda del río Cauca y al pie de la cordillera Occidental de los Andes. Posee un clima seco y agradable y una tierra fértil para la producción de uva y frutas como el maracuyá, la guanábana, la papaya, el madroño y el carambolo.
Cuando los campesinos vieron los cuatro módulos octogonales que fueron diseñados por el arquitecto mexicano Leopoldo Gout, y que están inspirados en la arquitectura Maya, pensaron que se trataba de ovnis que habían aterrizado en el pueblo.
Rayo y su mujer, la poeta Águeda Pizarro, comenzaron a hacer exposiciones individuales y colectivas, programaron talleres de formación artística, organizaron el ‘Encuentro de mujeres poetas’, que ya lleva más de veinte años de actividad continua, y editaron las famosas Ediciones Embalaje que se hacen con papel kraft.
Una de las actividades que más llamaron la atención no solo en el pueblo sino en el país fue la exposición Arte-vial, que estaba colgada a lo largo de la ruta que va a Zarzal; allí, el viajero podía recrear el ojo entre el paisaje natural, que es prodigioso en esta región del país, y el paisaje estético que imponían las vallas artísticas a lo largo de la vía.
Por el museo Rayo han pasado pintores de la talla de Rufino Tamayo, Roberto Matta, Luis Caballero, María Thereza Negreiros, Leonel Góngora y Mario Gordillo.
Allí han leído su poesía escritoras de la dimensión de Orietta Lozano, Amparo Osorio, Elvira Alejandra Quintero, Mary Gruesso y Olga Helena Mattei.
Todas estas actividades culturales que se suceden en el museo han servido para transformar espiritualmente a un pueblo que se ha venido forjando desde el siglo XVI.
El arte ya no solo es propiedad exclusiva de los grandes centros de la cultura, sino que poco a poco se ha venido instalando en las pequeñas ciudades y pueblos para bien de sus habitantes.
Si el viajero desea pasar un fin de semana en compañía del paisaje que nos brinda la naturaleza y el paisaje que nos regalan los artistas, puede subir o bajar (depende de donde uno se encuentre) y visitar el museo donde en este momento, y bajo la curaduría de Miguel González, se exhiben cuadros de Andy Warhol, Marcel Duchamps, Manuel Hernández y Omar Rayo, quien un poco antes de morir escribió el epitafio que reposa sobre su tumba, y que me sirvió para titular esta columna.

*Escritor y catedrático colombiano