Gabo en mi memoria


Acaba de aparecer Gabo en mi memoria de José Luis Díaz-Granados, donde el escritor samario recrea sus encuentros con el hacedor de Macondo. A continuación un fragmento de este testimonio recientemente aparecido del Premio Nobel en la intimidad.

Me llama la atención esa manera tan peculiar de Gabo, lo mismo que en mi madre y en muchos habitantes del Caribe colombiano, de referirse a alguien con su nombre y apellidos completos, en este caso como si no supiéramos quién era el autor de Ulises.
Le pregunto al vendedor por Ulises. Está agotado. Gabo y Eligio se miran. “¿Viste?”, dice Gabo divertido. Yiyo comenta: “Claro: la prensa afirmó que era el libro del siglo”. Pienso: “Y la gente, por novelería lo compró”.
Gabo le dice a Margarita (Márquez):
–Pregunta por El conde de Montecristo.
También, agotado.

Le dice a Pepe:
–Pregunta por La letra escarlata.

Hay un ejemplar. Gabo lo compra de inmediato.
Luego me dice:

–Pregunta por La casa de los siete tejados...
–¿Altillos? –le digo.
–Sí.
–No la tienen.
–Si quieres, te la presto –dice Pepe.
–No, responde Gabo. Es para hacer biblioteca. Tenerlo allí.

Subimos a la segunda planta, repleta de clásicos, novedades editoriales y libros colombianos.

En la sección de literatura universal, toma el libro Mi siglo, de Günter Grass, de considerable grosor, y me dice en voz baja:
–¿Cuántos años habrá gastado para escribir este libro?

Lo hojea.
–¡Mierda! Casi ochocientas páginas...

Luego me mira de reojo y en voz baja, muy confidencial, me dice:
–No joda, ¡debió gastar como diez años en escribirlo...!

Le muestro La amigdalitis de Tarzán, del peruano Alfredo Bryce Echenique y me comenta:
–Bryce Echenique está loco... pero loco de manicomio.

Vemos uno, dos libros de Antonio Tabucci.
–Tabucci tiene una prosa espléndida, dice, pero unos finales inesperados en que pierde el ritmo, sin saber por qué...

Hablamos de Héctor Abad Faciolince. Dice Gabo: Fragmentos de un amor furtivo es una novela magnífica. Me gusta mucho una hindú, Arundhati Roy, autora de una novela excelente.

–¿Laura Restrepo?
–Muy buena escritora. Luego dice con sorna: ¡Leopardo al sol es la novela de los Valdeblánquez...! 

Yiyo comenta La guerra civil española de Hugh Thomas. “Excelente”.

Estamos Gabo y yo pasando revista a la infinita estantería del segundo piso, mientras Margarita se detiene ante unos libros grandes de pintura y Pepe y Yiyo comentan algo sobre una revista gringa de beisbol.
Cuando llegamos a la sección de literatura colombiana, se me acerca Gabo.

–Aja, poeta, ¿qué me recomiendas?
Esta vida y la otra, de Germán Pinzón –le respondo sin pensarlo dos veces.
–No me cabe en la cabeza que Germán haya escrito una novela, replica Gabo.

Le hablo de su destreza literaria, de su lenguaje, del concepto emocionado de María Mercedes Carranza sobre la novela. Gabo toma el libro, lee el primer párrafo, luego lee otro párrafo en la mitad del libro.
–Bueno –dice– voy a leerlo de atrás para adelante.
Y lo vuelve a colocar en su sitio.
–Aquí no hay una crítica seria –afirmo.

–El problema del crítico en Colombia –me comenta sin dejar de mirar los libros– es que muchas veces tiene que sentarse a tomar café con los escritores y éstos terminan cogiéndole el culo...

Acerca de un libro que acaban de publicar en España sobre Cien años de soledad,escrito por una veintena de críticos, dice:
–Los dos primeros ensayos son muy buenos. En adelante, son puros lagartos que se colaron en el libro.

Cambia de tema bruscamente y me mira directamente a los ojos:
¿Sabes una cosa? Ahora que pase toda esta bulla de la mujer policía que se robó el bebé de la Clínica del Country, voy a escribir una crónica sobre eso en tres entregas...
–Estupendo –le digo–. Lo único que me parece deleznable es que la prensa haya destacado como un hecho heroico, del cual ella se jacta, el haber dirigido la captura y ejecución de Álvaro Fayad...
 –Es que da para todo..., comenta Gabo sin perder la serenidad.

Y agrega mientras junta las palmas de las manos:

   –Para lo bueno y para lo malo.