Del gueto al acto espiritual


Por Gabriel Arturo Castro

Ortega y Gasset llamó dimensión espacial a uno de los dos asuntos que implican el criterio de generación, escritores que nacen en un determinado lugar o asumen desde allí su labor creadora. Noción localista y poco universal de la literatura, tal como lo afirmó Eduardo Mateo Gambarte: “El concepto de generación es intrínsecamente perverso, porque cierra la literatura a las fronteras de lo nacional, de lo regional, de lo local”.
El concepto de generación es de naturaleza sociológica y es sinónimo de “grupo instalado en el poder” y la periodización de la literatura y la denominación de tales grupos es una labor caprichosa e interesada. Generalmente se descuida la valoración estética de la obra, su trascendencia y calidad, para atender pormenores de época social, biografía o momento histórico. Nuestras denominadas de mil maneras “generaciones”, son casilleros, cónclaves, guetos fosilizados que adoptan miembros y adaptan nombres. Sólo los autores mediocres, sostiene Gambarte, permiten su encajonamiento en las características de dichos grupos y su posterior domesticación.
Al respecto, Raimundo Lida, dando como ejemplo a la creación poética, expresa: “Las obras poéticas que pueden explicarse, sin dejar residuo, por su tiempo, su generación o escuela no son las obras mejores. Los poetas presos en las circunstancias de su época no son precisamente los grandes poetas, sino aquellos de quienes Lope dice que - andan en cuadrilla-“.
Lezama Lima afirmaba que lo fundamental era poseer una obra individual y al mismo tiempo coral. El trabajo en el todo y en el uno debe ser igualmente eficaz, “pues entre nosotros, han existido grupos que no tuvieron figuras individuales esenciales y al contrario, figuras individuales muy importantes que no tuvieron nunca un ritmo coral”.
Al generalizar y simplificar se anula de paso cualquier particularidad valiosa o una posible lectura crítica que sobrepase los parámetros ideológicos, políticos, culturales o mercantiles, dados como distractores superficiales.
Olvidan que una generación es “una acto espiritual”, tal como la definiera Guillermo de Torre, o como la vislumbrara Ortega: “...una escasa minoría de corazones de vanguardia, de almas alerta que vislumbran a lo lejos zonas de piel intacta”, o “solitarios que cultivan el diálogo con fanatismo y creen en la intercomunicación de la substancia y en el canto conjunto”, desde la mirada de Lezama Lima, quien siempre consideró al grupo de la revista Orígenes como una familia colmada de aliento, principios vitales, trato frecuente, conversación inteligente, amistad creadora, punzante, misteriosa, implacable, sutil, laberíntica, en cuya raíz estaba la tendencia a la universalidad de la cultura, el espíritu de la modernidad, lo imperioso de la expresión nueva, la búsqueda del paisaje propio y el levantamiento del mito de la insularidad.