La última Dama del Son


Entrevista a Teresa García Caturla

Por Marcos Fabián Herrera

El encuentro sería en el Tablón de Poncho. Media hora antes, Alfredo, un Santiaguero afable que llevaba tres días obrando como el más curtido baquiano en mi periplo habanero, me había dicho al abordar su Dodge verde-crema modelo 1935: “Con Teté te vas enternecer”. Al franquear el puente que divide a La Playa del Vedado, había visto el atardecer más caribe que mis ojos pudieran apreciar en mi estancia en Cuba. Un tenue malva que emergía de la línea del horizonte, se tornasolaba en medio de brochazos de un rabioso añil sombrío, como si un pintor de acuarelas celestes hubiera esbozado el boceto de una abstracción pictórica. Al pasar frente al cementerio Colón encomendé mi travesía musical al autor de Los Pasos Perdidos. Una añosa edificación de la Habana vieja abría sus desvencijadas puertas para recibir a turistas del mundo entero, que expectantes, esperaban solazarse con las canciones que ocho años atrás el proyecto musical Buena Vista Social Club había mitificado en las voces de Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Omara Portuondo y Compay Segundo.
Mi avidez reporteril tenía como objetivo la figura menos mediática del panteón musical Cubano. Una voz proveída de un color y una cadencia tan singular, que sólo Changó puede explicar una mixtura de vigor en el canto y exquisitez en el fraseo. Teresa García Caturla, una perla de oriente que después de porfiar por décadas había logrado materializar su disco como solista, me esperaba sentada en un cómodo diván mientras se abanicaba con una mano y con la otra apuraba un trago de piña colada. Hija menor del compositor Alejandro Evelio García, calificado por Alejo Carpentier en su legendario libro Historia de la música de cuba como “el temperamento musical más rico y generoso que haya aparecido en la isla”, Teté, eclipsado el esplendor de Buena Vista Social Club, ha recorrido el mundo entero con la orquesta Afro Cuban All Stars; agrupación que conserva a varios integrantes de la primera y que incorpora figuras jóvenes de la escena musical de la isla. Nacida el 13 de octubre de 1937 en Remedios, antigua provincia de Las Villas, Teresa había permanecido en el claroscuro hasta que con su disco Llegó Teté, diera una lección al recuperar piezas raizales de la música antillana y caribeña que advirtieron de un ciclón que domina el escenario a su antojo en una mezcla de jovialidad, carisma y excepcional talento. Especial para Con-Fabulación.

—Debes estar preparado para la descarga de ésta noche. Orisha te pondrá a bailar, porque el colombiano lleva cadencia y sabor. De tu tierra es Pacho Galán y Lucho Bermúdez.
Frase que es rematada con una sonora carcajada mientras se calza su inseparable turbante y pide un vaso de agua como quien se alista para una brega de palabras.

Su padre fue un pionero en la fusión de elementos del folclor Bantú y los ritmos africanos con las expresiones propias del lenguaje sinfónico. ¿Hay en su dicción musical y particular entonación, rescoldos que podemos considerar heredados de la bantuidad?
¡Claro niño! Mi padre Alejandro estudió con una asombrosa consagración las músicas de África. Él era un músico formado en las academias y su aporte radica es saber darle colorido a las danzas, los sones y las guarachas con los marcos estilísticos de la orquesta de cámara y sinfónica. Algo debo de haber aprendido de sus búsquedas obsesivas de la magia en la música de negros. Los pregones y la alegría como rasgo fundamental del canto, provienen de ese bello folclor que tú mencionas. Fuimos once hermanos y cada uno recibió una nota. Mis hermanas, que hicieron parte de la orquesta Anacaona, y mis hermanos mayores que integraron la orquesta sensación, también recibieron la suya. A mi padre le debo mucho.

He visto imágenes de sus conciertos en Japón, Angola, Holanda, Francia, Estados Unidos y muchos países Europeos, en los que los asistentes enfebrecidos vociferan e imitan sus pregones. Se ha dicho que usted lleva consigo la fuerza de la zafra cañera, que es una apadrinada por el manto de Orisha…
¿Todo eso logro? Cantar es un ritual y para él he nacido. Cuando empecé mi carrera en 1963 en el cuarteto Las D” Aidas, junto a Omara Portuondo, Xiomara Valdés y Lilita Peñalve, supe que si tu voz, por prodigiosa que sea, no se acompaña de un estado ´de ánimo auténtico que le conceda un respiro al espíritu de quien te escucha, tu canto se pierde. La zafra es eso. Si tú ves a los corteros en un campo de Matanzas o Camagüey, observarás que ellos trabajan llevados por una fuerza secreta que los hacen entrar en comunión con los dioses. ¡El canto es vida chico y no dudo que Orisha me protege!

Usted se ha presentado en escenarios como el Conga Room de Los Ángeles, Lisner Auditórium de Washington, Town Hall de New York, Canadá en Massey Hall de Toronto y Le Spectrum de Montreal, así como en el Royal Festival Hall de Londres. ¿Cómo percibe la recepción de la música Cubana en gentes de culturas foráneas y tan distantes del frenesí caribeño?
Gracias a mi trabajo con músicos como Félix Chapottin, Miguelito Cuní, Tito Gómez, Paquito D Rivera, Enrique Jarrín, Raúl Gutierrez, Lou Donaldson, Alfredo Chocolate Armentero y Pio Leyva, he conocido que nuestros ritmos son el resultado de una equilibrada compensación de talentos. Si tú detallas un ensamble como los que hemos organizado en los últimos años, comprobarás lo que te digo. Cuando trabajé al lado de Rubén González, el gran pianista cubano, descubrí la hermandad y la humildad que el verdadero músico debe poseer hacía su compañero. Todos aportan para que el número que estés interpretando llegue al alma del escucha. No interese que no hable tu idioma. El idioma de la música es universal.

La tradición literaria de Cuba se ha alimentado de la música. En autores como Alejo Carpentier, Severo Sarduy, Jose Lezama Lima y Dulce Maria Loynaz, se escuchan rasgos tomados del desenfreno rítmico y el halo místico del canto afrocubano. ¿Pervive un artesano de las notas en todo habitante de la Isla?
El periodista Óscar Oramas escribió un libro al que le dio el título de El alma del cubano: Su Música. La música no es que haga parte de nuestra alma; es la música nuestra alma. Y si comprendemos eso nos queda claro porque la pintura, la literatura, la escultura, la artesanía y nuestra vida cotidiana están bañadas de musicalidad. Yo te confieso que hasta las enfermedades las curo con música. Cuando padezco un catarro o cualquier malestar, que en verdad son muy escasos porque tengo la fortuna de gozar de una excelente salud, con determinada canción que ya he me he recetado como medicamento, reparo mi organismo. ¡Santo remedio ¡ La curación es milagrosa e instantánea. Ahora, para regresar a tu inquietud, si revisas nuestros mejores poemas desde José Martí hasta Dulce María Loynaz, todos ellos llevan en sus versos una esencia musical. Hay un vínculo muy profundo del artista cubano con la música y el mar.

“De alto cedro voy para marcané/ llego a cueto, voy para mayarí/ El cariño que te tengo/ no te lo puedo negar/ se me sale la babita/ yo no lo puedo evitar”, sobre estos versos que hoy son cantados en muchos lugares del mundo, Compay Segundo manifestó que él no los había compuesto; Chan Chan fue un anuncio onírico que se le reveló después de un duermevela en el balcón de su casa. Pareciera que ésta canción ha hecho camino para ser convertida en un nuevo emblema de Cuba ante el mundo…
Dices la verdad. He visto a orientales, asiáticos y gringos que guarachean sin descanso con Chan Chan. Después de la irrupción de Buena Vista Social Club, en los escenarios de todas las latitudes esa canción la piden a gritos. Compay Segundo rescató una tradición y esa bella labor la debemos agradecer por siempre. El mundo de la música Cubana no presenciaba un fenómeno tan apabullante en acogida y calidad desde hacía mucho tiempo. La elementalidad de esos versos, el tono dulce y cotidiano de esa historia, y su inconfundible melodía, que se atesora como joya preciada, la han convertido en lo que tú anotas: un himno. Creo que sigue siendo un sueño.


Al pedirle que me firmara su disco, Teté me abrazó con una calidez que me confirmaba la grandeza humana de ésta mujer de 76 años por cuya sangre corre, con torrencial apremio, el guaguancó, la pachanga y la timba. Una estentórea voz masculina anunciaba el cierre de la noche con la dama alegre del son. Al escuchar el tumbao de las congas y el golpe de clave que la llamaban a entrar en la acezante noche musical de la Habana, Teté me susurró al oído: “Métete a la rumba, porque la vida es un respiro y yo cantaré hasta que la muerte venga a la tarima por mí”.