Entrevista a Álvaro Pineda Botero


La novela histórica: la mejor compañera de la historia

 Fragmento de la entrevista realizada por Nelly Rocío Amaya Méndez al prestigioso crítico y narrador antioqueño Álvaro Pineda Botero (Medellín, 1942), con ocasión de la publicación de su novela El esposado, memorial de la Inquisición.

NRA: ¿Cómo o cuándo se te ocurrió escribir una novela sobre el período colonial?
APB: Por lo general pensamos que nuestra época contemporánea es más importante que cualquier otra de la historia humana. Borges decía que en esto somos pretensiosos y egoístas y dejamos que el periódico y el noticiero de hoy nos llenen la vida, cuando hay acontecimientos, personajes, gestas y fundaciones del pasado mucho más determinantes. Si pretendemos conocer con alguna profundidad la naturaleza humana es conveniente ampliar el horizonte. Recuerdo  una conferencia de Umberto Eco cuando promovía El Nombre de la Rosa.  Afirmaba que en la Edad Media están las raíces de todas las cosas importantes que ocurren en la cultura occidental, y que si queremos comprender nuestra civilización es necesario estudiar con detalle esa época que generalmente calificamos de “oscura”.
Yo pienso que la colonia en  América Latina es “nuestra edad media. De hecho, la Edad Media europea se perpetuó en muchas regiones de América durante los siglos coloniales. Mientras los pueblos europeos entraban rápidamente al Renacimiento, al Barroco y a la Modernidad, América mantenía los valores más absolutistas de gobierno, más ortodoxos en religión y más clasistas en lo social. Con la esclavitud y con los resguardos o encomiendas  se perpetuaron los sistemas más aberrantes de la servidumbre medieval.    Por eso siempre me inquietaba la Colonia y sentía que no la conocemos suficientemente.

NRA: ¿Cómo llegaste, específicamente, a los temas que tratas en la novela?
APB: Fue un largo recorrido. Por un tiempo me interesé por la novela colombiana contemporánea. De hecho, cuando estaba considerando los temas para mi disertación doctoral en Stony Brook, empecé a trabajar lo que en aquella época denominábamos “los escritores colombianos posteriores a García Márquez”. Me había propuesto leer y comentar las novelas que se publicaban y mantenía  una columna de crítica literaria en el periódico El Colombiano. A finales de la década de 1980, el profesor norteamericano Raymond L. Williams escribía una historia de la novela colombiana y me pidió que hiciera la traducción al español. Fue publicada en 1991 con el título de Novela y poder en Colombia 1844-1987. Williams sostiene que en la Colonia no existió el género novela, y que, por lo tanto, la historia de la novela comienza después de la Independencia. Yo no estaba tan convencido. Me interesé por los trabajos del profesor Héctor Orjuela y otros académicos del Caro y Cuervo, y se me abrió un amplio horizonte sobre lo que verdaderamente había ocurrido.

NRA: Siempre se menciona El Carnero, de Rodríguez Freile —que no es propiamente una novela— como el antecedente más destacado. Pero luego apareció El Desierto Prodigioso y Prodigio del Desierto de Pedro de Solís y Valenzuela. ¿Qué relación tienen estas obras con El Esposado?
APB: El Desierto Prodigioso es, como  sugiere su nombre, una  obra prodigiosa. Es de una dimensión excesiva, incluye otros géneros literarios como la poesía y el teatro; tiene relatos intercalados; es, en sí misma, un universo literario. Me interesé por ella y escribí un largo ensayo que quedó incluido en mi libro La Fábula y el Desastre. En este ensayo sostengo que es “la primera novela colombiana”, aunque hay que recordar que permaneció inédita por trescientos años y por lo tanto no tuvo influencia en la configuración de la novela republicana (a partir de la década de 1830). Apenas fue conocida en 1977 cuando comenzó a ser publicada por el Caro y Cuervo en varios volúmenes. Pero quienes nos interesamos hoy por la Colonia ya no podemos ignorarla, porque es la fuente de información más completa y compleja. Lo que aprendí estudiando El Desierto Prodigioso —y también El Carnero—  constituye el fondo teórico e histórico de mi novela.
La obra de Solís y Valenzuela comenzó a ser compuesta hacia 1630, es decir, al final del período que cubre El esposado. Por eso pude usar elementos del Desiertopara ambientarla,  siempre teniendo cuidado en no caer en anacronismos. Estos anacronismos ocurren en muchas obras. Por ejemplo, en Los pecados de Inés de Hinojosa de Próspero Morales Pradilla aparecen descripciones de edificios, muebles, vajillas, vestidos femeninos de los siglos XVIII y XIX para ambientar una acción que trascurre en las primeras décadas del XVII. La mayoría de los lectores no reconocen estas inexactitudes. Lo mismo ocurre con los seriales de televisión basados en tales novelas. Para quienes los escriben, el pasado es un gran saco donde cabe cualquier cosa que tenga sabor a viejo. Estos autores pierden credibilidad entre quienes se interesan por el origen y desarrollo de los estilos y las costumbres.
Otra obra que deseo mencionar es el Quijote. La primera y segunda partes fueron escritas y publicadas a comienzos del XVII y por lo tanto conllevan lo más esencial de la cultura del momento. De hecho, me sirvió como fuente importante de información.

NRA: ¿Cómo se llevó a cabo esa investigación?
APB: En 1996 gané una beca de investigación de cuatro meses para trabajar en la Biblioteca John Carter Brown de la universidad de Brown en Rhode Island. Se trata de una institución especializada que no es para el público general, ni siquiera para los estudiantes de la universidad. Para entrar allí se requiere haberse registrado como investigador profesional en asuntos históricos. Contiene innumerables documentos únicos de la historia de América, de 1492 a 1810, es decir, lo que llamamos el Descubrimiento, la Conquista y la Colonia. Y no solo de Norteamérica sino también del Caribe, Mesoamérica y Suramérica. Los documentos están en latín, inglés, español, portugués, holandés y francés. ¡Ojalá uno pudiera manejar tantos idiomas para mejor aprovechar esas oportunidades!
   
NRA: ¿Qué encontraste de particular?
APB: Tres documentos. El primero es una divertida e interesante crónica sobre un ataque de piratas a Cartagena de Indias: Viaje y suceso de los carabelones, por Bartolomé Gómez de Pastrana, impresor. Fue escrita como una memoria oficial para ser enviada a Madrid donde fue publicada en 1621. Esta crónica, sin embargo, es bastante conocida. Luego la encontré reproducida casi textualmente en La Historia Extensa de Colombia, en uno de los volúmenes dedicados a la Colonia.
El segundo es menos anecdótico y contiene  informes sociológicos y económicos. Se trata de una “Súplica” que le hace Juan Sáenz de Hurtado (el encomendero de Chivatá, cerca de Tunja) al rey Felipe II. Nunca llegó a manos del rey porque este acababa de morir cuando Sáenz de Hurtado llegó a Madrid. Entonces la hizo publicar en esa ciudad, en 1603. Se queja de la falta de mano de obra para adelantar el trabajo de minas y agricultura. Ante el exterminio  de indígenas y la insuficiente llegada de esclavos, la Corona debía tomar medidas urgentes. Lo que llama la atención es que el autor —que en una época fue “defensor de indios”— no se muestre preocupado por el sufrimiento humano, por la destrucción y el mal trato, sino por las implicaciones económicas. Como los mineros y agricultores españoles “están tan pobres”, es necesario que la Corona subsidie el tráfico de esclavos. Además, urge al monarca para que establezca un tribunal de la inquisición en la Nueva Granada, porque, según argumenta, es la única forma de mantener el control sobre  la población blanca europea.
El tercer documento es un Memorial del Procesodel Santo Oficio de Cartagena de Indias 1627 – 1633, por el juicio que le sigue a Juan de Urbina por bigamia; un español que participó en las empresas de la Corona y que en ese momento residía en Cartagena.            

NRA: Sin duda estos documentos le dan a la novela un trasfondo de realismo. Pero, ¿cómo hacer que un frío dato de la historia tenga  sentido?, ¿cómo lograr que Juan de Urbina cobre vida?
APB. Algunos hechos y personajes son verídicos: nombres, apellidos, familiares, funcionarios, lugar de nacimiento, viajes. Están en el memorial. El propio Juan de Urbina los menciona en sus respuestas ante los jueces. Otros son inventados o tomados de otras fuentes. Lo que sucede es que la información del expediente se queda corta respecto de ambientes, paisajes, costumbres, valores, sistemas de transporte, geografía, jerarquías políticas y militares; sobre cómo funcionaba el tribunal y demás elementos. Al reo hay que “crearle” una historia y esa es la función del novelista.

NRA. ¿Cómo se pueden interpretar textos coloniales desde una mentalidad contemporánea?, ¿cómo hacer que sean interesantes para el lector de hoy?
APB. Tu pregunta se relaciona con uno de los problemas más delicados de la Hermenéutica. Cuando interpretamos textos del pasado no podemos hacer caso omiso de nuestra circunstancia actual. Es decir, no tenemos ninguna posibilidad de interpretar textos coloniales como si viviéramos en la colonia. No nos podemos despojar de los trescientos o más años que median entre los hechos sucedidos y nuestro presente. Esos tres siglos determinan la interpretación. Lo que ocurrió en este lapso lo incorporamos en nuestra lectura, nos sirve para enriquecerla. Pero es una riqueza que no estaba disponible para los lectores del siglo XVII. Por esta misma razón, no es posible que nosotros lleguemos “a la verdad de lo ocurrido”. Estamos, pues, abordando una “verdad” que se va transformando con el avance de la historia y que nos sirve, no para aprehender el pasado, sino para mejor comprender nuestro presente. En otras palabras, el pasado solo existe en nuestra imaginación, y nuestra imaginación es contemporánea.

NRA: ¿Se considera a la novela histórica como un género que se practica cuando el escritor llega a su madurez?
APB: Cuando uno es joven generalmente escribe novelas autobiográficas. Uno piensa que es el centro del universo y que lo que le sucede a uno es lo más importante y por eso merece escribirse. Así pensaba yo cuando escribí mi primera novela, Trasplante a Nueva York. La experiencia del exilio fue tan determinante que no pude descansar hasta no haberla descrito. Ya sabes que escribir es una forma de catarsis…

Algo similar sucedió con Gallinazos en la baranda. Aborda el problema de la guerrilla y el debate ideológico de los años setenta, por la época del M 19. La ficción me ayudó a entender temas como las motivaciones personales de los guerrilleros, uso de la violencia, sufrimiento del secuestrado, conversaciones de paz. Fíjate lo paradójico: esa novela que en su momento era testimonial, casi autobiográfica, ahora se puede leer como una novela histórica.
Pero luego, al avanzar la vida (lo que llaman “madurez”), las experiencias personales ya no son centrales. Ahora la escritura necesita otros motores. Entonces llega la Historia, con mayúscula, un almacén inagotable de formas, hechos, personajes que puede ser asaltado impunemente por el escritor para componer sus fábulas.


Álvaro Pineda Boteropublicó El esposado, memorial de la Inquisición en 2011 (Fundación Literaria Común Presencia, Bogotá, y Amazon.com), novela histórica sobre uno de los períodos  (1580 – 1630) más interesantes en la formación de la nación colombiana. Es también el autor de Bolívar el insondable, seleccionada por la Revista Credencial en su lista de las novelas  destacadas del siglo XX. Trasplante a Nueva York ganó el Premio Nacional de Literatura de 1984.  Gallinazos en la baranda  fue premiada por la editorial Plaza y Janés y se desarrolla en el contexto histórico de los diálogos de paz del presidente Belisario Betancourt. Además de novelista, ha publicado teoría y crítica literaria y una historia de la novela colombiana desde Colonia. En la presente entrevista habla sobre su última novela y sobre su carrera como escritor y crítico literario.