Contra la nueva ortodoxia en el arte colombiano


Marcel Duchamp: La fuente, año 1917

En ARCO 2005, la Feria de Arte más importante de España, infiltraron un cuadro pintado por niños para ironizar los valores artísticos promovidos en la actualidad y la irresponsable especulación accionada por las grandes galerías y los todopoderosos curadores de los más importantes museos, y lograron burlarse de algunos críticos y engreídos participantes a la exposición, quienes dieron encumbrados conceptos sobre la obra infantil.
Aquí, ad portas de la Feria Internacional de Arte de Bogotá (artBO) que se inaugura esta semana, un grupo de 40 destacados artistas recusa la ausencia de pluralidad en los escenarios creativos, las degradantes imposiciones comerciales de una estructura cultural que al parecer sólo está interesada en el frívolo espectáculo, promoviendo a ultranza “lo nuevo” sin importar su gravedad esencial, y excluyendo así por completo las formas tradicionales del arte, cuando las escandalosas vanguardias surgidas a comienzos del siglo XX se convirtieron paradójicamente en la más superficial y excluyente ortodoxia.
Parafraseando a Witold Gombrowicz ya es hora de decir: ¡Muchachos, maten a Duchamp!

Este documento se produce con base en las inquietudes de un grupo de artistas plásticos, que afrontan el escenario burocratizado de la cultura colombiana. Las implicaciones de dicha burocratización son las mismas de hace varias décadas en los países desarrollados del llamado “primer mundo”, en los cuales se llegó a superar en alguna medida la tendencia anti-democrática de hacer prevalecer como arte oficial o de vanguardia, un solo concepto o una sola visión y enfoque del arte contemporáneo que excluía “de facto” a las demás formas o modos de hacer arte. Nuestro subdesarrollo, latente en todos los aspectos de la vida cotidiana, se ve reflejado tardíamente (como suele sucedernos), en una estructura de manejo de la cultura en la cual los creadores visuales sólo son tomados en cuenta si se someten a las pautas unidireccionales de los curadores de éstos estamentos oficiales.
Por todo lo anterior manifestamos que:
–La noción de laicismo fundamentó las sociedades democráticas y sólo gracias a este frágil entramado es posible el equilibrio de todas las acciones humanas. Este equilibrio no es posible si algún dogma (religioso o no) prevalece e impone a todos sus lineamientos. Las artes plásticas no requieren para su existencia de la aprobación de ningún grupo social elitista o excluyente que delinee unidireccionalmente su desarrollo. A diferencia de estos, defendemos la validez de todas las formas de expresión plástica incluidas las que oficialmente son consideradas como las únicas aceptables en eventos oficiales, salones y galerías controladas por estos cenáculos de poder.
–Como artistas, entendemos, asumimos y asimilamos el conjunto de ideas y conceptos que a partir del siglo XX desarrollaron las vanguardias, por lo que valoramos sus aportes y la ampliación de la visión sobre el acto creativo derivada de ellas. Precisamente por haber nacido y vivido en una época concatenada y posterior a dichas vanguardias, nuestro trabajo mira de nuevo hacia las artes plásticas al comprender el agotamiento y la manipulación velada que algunos estamentos y personas han hecho de sus logros, pauperizando y trivializando estos contenidos. Sabemos con certeza que los aportes conceptuales, técnicos y procedimentales originados en las primeras décadas del siglo XX fueron producto paradójico de la sólida formación “académica” y en muchos casos, clásica, de la mayoría de sus creadores. Sin esta formación un nuevo arte no habría sido posible. Las revoluciones sociales, políticas, culturales o artísticas reales siempre parten de sólidos fundamentos tradicionales. A la par con los defensores a ultranza del arte híper moderno, conocemos los argumentos que lo sustentan, su fundamentación derivada de la filosofía, sus fuentes y autores, de modo que nuestro reclamo por un espacio justo y democrático no surge del desconocimiento de estos argumentos, como se han encargado de hacerlo ver los detractores de nuestro trabajo.
–Cuestionamos la trivial y malintencionada manipulación que se ha hecho del concepto de “lo nuevo” en el arte como lo único válido, representativo y digno del respaldo de la infraestructura cultural. Consecuencia de lo anterior, es la persistencia del término “Arte joven” como velado filtro para invalidar las propuestas de artistas maduros que están en el mejor momento para estructurar aportes serios al arte local y mundial. Rechazamos el enfoque superficial que implica apoyar con infraestructura y presupuesto sólo a una franja de la población que debido a su juventud sirve de pretexto burocrático para obtener recursos, pero que en la mayoría de los casos y con reconocidas excepciones, no está aún en capacidad de hacer planteamientos de alto nivel conceptual y formal.
–Nunca como ahora la educación y sus más importantes figuras, han reconocido la importancia de la dimensión artística como componente fundamental del desarrollo humano en sus etapas más tempranas. Este componente que ha permeado todos los planes de estudio, currículums y programas académicos en la educación inicial, media y superior, está basada en el hacer y el desarrollo de destrezas y habilidades. La educación en las escuelas de arte se ha encargado de interrumpir y desviar este desarrollo al apartar a los estudiantes de las prácticas y procedimientos del dibujo, la pintura, la escultura o la gráfica, atenuando su contenido en el plan de estudios, distorsionando su sentido y suplantando esta etapa de formación fundamental, con la teorización pseudo-intelectual y la especulación estética superficial; negando por ignorancia y omisión la importancia del hacer manual como parte del desarrollo cognitivo y sensorial de los estudiantes en total contravía con los últimos hallazgos de la pedagogía respaldada por sus más notables representantes.
–El espectador común es el verdadero receptor y aval de las obras de los artistas. Su exclusión de la comprensión de las diferentes fases de la creación artística, ha sido manipulada con el argumento de que su ignorancia teórica lo inhabilita para apreciar, valorar o comprender el trabajo de los artistas.
–Cuestionamos el argumento de las vanguardias originales según el cual el fin del arte comenzaría cuando se hiciera innecesario el concepto de obra como producto de consumo exclusivo de la burguesía en un contexto de profunda desigualdad social. Se llegó a suponer que a partir de ese momento, todos los humanos de cierto modo, seríamos artistas. Cien años después ninguna utopía política se ha materializado ni ha eliminado la desigualdad social y en la práctica el arte moderno ya no hace parte de la utopía o la denuncia de dicha desigualdad. Por el contrario, se beneficia más que nunca de ésta al “estetizar” y trivializar las problemáticas sociales convirtiéndolas en simples temas para las obras. Adicionalmente la ausencia de una formación académica integral, imperante en las últimas décadas, se ha visto reflejada en el producto final: Carencia de conocimientos conceptuales y procedimientos técnicos con un énfasis gratuito en el sofisma de la obra de arte social-anti-burguesa que es ahora más elitista y costosa de lo que pudo ser hace cien años con el agravante de su intrascendencia y hermetismo alejado de todo contacto con el público.
–El total alejamiento del arte oficial actual con relación al espectador común confirma su absoluto desprecio por la comunicación de las emociones humanas haciendo de éste un juego esnobista que opera en un cerrado círculo de teóricos quienes se autoevalúan y acreditan, monopolizando los recursos y la infraestructura oficial con eventos, premios y la difusión de una sola perspectiva de lo que eufemísticamente han denominado “prácticas artísticas”.
–Los recursos e infraestructura asignada por los estados al desarrollo y difusión de las manifestaciones culturales, son pagados con los impuestos de todos los contribuyentes. Sin embargo su empleo por parte de los estamentos burocráticos culturales, es excluyente con respecto a muchas manifestaciones del arte actual.
–La academia contemporánea es reflejo directo de la crisis del arte y es además, instrumento adoctrinador a favor de los estamentos de poder que la utilizan como herramienta de propaganda para defender intereses corporativos y políticos. Esta nueva academia, basada en la negación de la anterior es ahora más ortodoxa y excluyente que su predecesora, la ya lejana academia europea de los siglos XVIII y XIX (a la que tanto criticaban en sus orígenes las vanguardias del siglo XX), y ha terminado por configurarse a semejanza de los modelos totalitarios en los cuales un solo tipo, modalidad o tendencia artística merecía el apoyo estatal para construir un “arte oficial”. Nos oponemos a la idea de que toda heterodoxia termine convertida en ortodoxia como suele suceder cuando un grupo con influencia política y económica distorsiona las ideas a su favor.
–No nos sentimos vinculados ni representados por ninguna entidad oficial en la medida en que éstas se han convertido en entes burocráticos que trabajan únicamente para sus propios intereses, en total sincronía con el mercado de valores instaurado desde el primer mundo. Si nuestra sociedad manifiesta con reiteración la necesidad de la inclusión como fundamento de la convivencia, se hace imprescindible que en todas las artes se vea reflejada esta actitud, en especial porque ellas son el más claro reflejo del mejor espíritu de los tiempos y parte de la materia prima de las civilizaciones.


Firman: Fernando Maldonado, Eduardo Esparza, Augusto Rendón, Rosenell Baud, Fabiola Flórez Roncancio, Nicolás De la Hoz, Sergio Trujillo Bejar, Octavio Mendoza, Julio Cesar Rodríguez Jaimes, María Isabel Plata, Edgar Francisko Jiménez, Mario Ayerbe, Walter Tello, Fernando Guinard, Jimmy Lenis, Eduardo Hoyos, Hernando Henao Posada, María Cristina Noriega, Lina María Pérez Álvarez, Javier Solís, Liliana Guerrero Díaz, Carlos Alberto Marmolejo, Alfredo López Guevara, María Elena Libreros, Jorge Enrique Domínguez, Angie Milena Roa, Dora Bernal, Gilberto Ramírez, Adolfo Rodríguez, Beatriz Durán, Leonardo Rodríguez, Jaime Carrasquilla, Julio César Londoño, Bruno Díaz, Andrés Rojas Acero, Clara María Patiño, Álvaro Gómez, Luis Fernando Jaramillo…