Pedagogía especial del dibujo: un retablo pedagógico


Por Pedro Baquero M.*

El libro del maestro Armando Villegas, Pedagogía especial del dibujo publicado por la Fundación Común Presencia, nos resulta, más que un bosquejo histórico de la enseñanza, como lo subtitula el autor, un lúcido llamado a repensar la dimensión estética de la pedagogía a través del dibujo, o si se quiere, a redescubrir la función del dibujo y del arte en toda labor educadora.
En tiempos tan aciagos en los que la expresión sensible, la creatividad y la imaginación parecen desterradas del currículo escolar, el maestro Villegas nos vuelve la mirada al inmenso retablo de la pedagogía y nos revela la historia de la enseñanza del dibujo como una experiencia estética. No se trata pues, como afirma el autor, del simple bosquejo histórico, del inventario de métodos para enseñar, sino de la recuperación de la propia memoria pedagógica que nos devuelve a la experiencia de pintar, al acontecimientoque para muchos de nosotros (los que fuimos a la escuela hace cuatro o cinco décadas) significó el dibujo cuando éste ocupaba un territorio propio en el currículo escolar.
La clase de dibujo era un ritual: el papel, los lápices, la goma de borrar, las cuadrículas para entrenar el ojo en el detalle, el pulso firme y el placer de volcarse en la captura del mundo imaginado o copiado del modelo, son imágenes que se superponen mientras se hace el recorrido histórico por los métodos de enseñanza del dibujo. Para el lector que lee con la memoria, la Pedagogía especial del dibujono es ni manual de instrucciones, ni bosquejo; es un paseo a través de las imágenes coloridas de la infancia y un redescubrimiento del dibujo en nuestra propia experiencia estética. Sabemos ahora, más por la memoria que nos devuelve el libro de Villegas, que por la conciencia teórica (a pesar de tantas lecciones inanes de pedagogía) que el entusiasmo gráfico de la primera infancia fue nuestro primer alfabeto.
Comprendemos ahora (y ese es el placer de redescubrir en esta obra lo que estaba olvidado en nuestro propio archivo pedagógico), el porqué de la sabia y emotiva entrega de las maestras (verdaderas Maestras) del jardín de infantes, a embellecer con sus alumnos el álbum de dibujos que suelen entregar a las madres al finalizar el año, como testimonio de la primera graduación del niño. Quizá sin los conocimientos declarativos de pedagogía, apenas con la certeza abierta de su intuición educadora, estas maestras proyectan en la práctica muchos de los principios pedagógicos que con tanto rigor y economía verbal, recoge el autor de la Pedagogía especial del dibujo. La entrega del “álbum” de cada niño en el ritual de graduación es como una diploma, una constancia de que está en capacidad de capturar el mundo, de darle color y forma a su expresión sensible. Lamentablemente la escuela avanza y el entusiasmo  gráfico y profundamente expresivo de la primera infancia cede bajo el peso agobiante de las declaraciones formularias, de las definiciones, del verbalismo extremo con el que la escuela, a medida que se avanza por ella, no sólo destierra el dibujo de los cuadernos sino, además, la escritura, porque la copia mecánica, el dictado, la transcripción directa de las pantallas digitales anulan también la posibilidad de la palabra como expresión de la conciencia.
Pero eso es asunto de otra historia. Lo que nos ocupa ahora es nuestra propia lectura del texto del maestro Villegas. Hay en esta mirada del dibujo una manera “ otra” de abordarlo: la que va de la creación a su proyección pedagógica y en este sentido resulta aleccionador, sobre todo para quienes fungimos de docentes, el profundo conocimiento de la historia y de la teoría pedagógica de que hace gala el maestro Villegas. El maestro pintor se vuelca sobre la enseñanza, deja que emerja el otro maestro: el pedagogo que reflexiona, conceptualiza, captura la teoría de la enseñanza en función de un objeto particular como el dibujo. Esta es quizá la lección más contundente, la que va del maestro artista al maestro pedagogo, pues nos recuerda a artistas y docentes que hay en todo arte una vocación educadora y en la pedagogía una dimensión estética, una lógica artística que con frecuencia desprecian e ignoran quienes se consideran o muy doctos en la academia o muy creativos en el arte. Villegas educa a unos y a otros al mostrar con un lenguaje sencillo sin pretensiones teorizantes ni complejidades metalingüísticas y esotéricas cual es la verdadera complejidad, el alcance y contenido de la palabra Maestro.
Así nos descubre a los clásicos de la teoría pedagógica y a los menos conocidos y más especializados teóricos de la enseñanza del dibujo: Comenuis, Rousseau, Pestalozzi, Freinet, Montesori, por un lado; Baones, Brown, Kercheinsteiner, por el otro. De la mano de unos y otros nos hace un recorrido conceptual, metodológico no sólo por la enseñanza del dibujo sino por la historia misma de la pedagogía y por nuestro propio archivo pedagógico. De su mano delineamos otra vez los recuerdos, ahora como esfuerzo comprensivo de la escuela y quizá comprendemos el trayecto que va de las escaramuzas del garabateo a las planas de “ bolitas” “palitos” y “espirales” que nos ayudaron a construir las hipótesis de variedad y extensión y que sirvieron de preámbulo a las gloriosas planas de mi mamá me mima, mi mama me ama a las que, además, dedicamos un amoroso esfuerzo por ilustrar con dibujos de modelos de mamá que sin ser tan bonitas como la nuestra tenían el encanto del dibujo a todo color con el que saturábamos las siluetas aún mal delineadas.
Ahora que se vuelve la mirada y advertimos el abandono del dibujo y de toda forma de expresión artística en el currículo escolar, comprendemos también porqué se ha producido esa perspectiva miope con que se miran no sólo los contenidos curriculares sino los entramados de la vida cotidiana en la que nos jugamos el sentido de la existencia. Ojala una obra de esta naturaleza haga eco en la conciencia de quienes definen y trazan políticas educativas, en los ministerios,  en las instituciones escolares en la que la expresión artística con frecuencia se confunde o se reduce a las clases de aeróbicos acompañados de hip hop o música electrónica.
Sabemos, luego de revisar teorías y perspectivas de la enseñanza del dibujo a lo largo de libro del maestro Villegas, que todo acto pedagógico, cuando es verdadero, es sobre todo, acto creador, acontecimiento, experiencia estética.


*Narrador, catedrático y ensayista colombiano