Sobre el último libro de este poeta y periodista español, nacido en Cadiz en 1952, director de la notable Revista Atlántica, y autor de una decena de libros, escribe el colombiano Jorge Cadavid: La poesía de José Ramón Ripoll “llega descomponiendo el orden de las cosas, / cambiando la memoria”. Su propuesta metafísica consiste en ver lo invisible, oír lo inaudible, palpar lo intangible. Hay fuerzas secretas que operan en sus palabras, torrentes impulsivos de Sílabas ocultas que nos regalan como en un talismán 'la piedra oculta y la memoria blanca'. Una sutil contención expresiva en estos poemas descoloca los signos y sus referentes. Pone en tensión el lenguaje natural y el lenguaje poético, aturdiendo con metáforas insólitas al lector. Atracción y desorientación, sorpresa y desconcierto produce esta particular escritura, donde cada vocablo es hechizo de un mundo que hasta ahora está haciéndose y que el poeta vislumbra desde la anterioridad del ser: “Una palabra nos espera / con la forma del mundo”.
TESTIMONIO DEL ARTE
DE aquel nombre quedó sólo el misterio
que formaban sus letras. Ni olor ni desventura,
ni lo que permanece cuando vuelve la sombra
y se imagina el gesto que allí estuvo.
Ninguna sensación. Esa desidia
que a las cosas les otorga el destino
de ser varias en medio de una sola,
de arrinconar lo amado y no hacer el recuento
era el único síntoma que indujo a describirlo.
Así el manto de fibras amarillas,
la densidad del cetro, las magnolias,
nada importan al arte que, al contrario
de todas las costumbres, muere cuando ambiciona
recordar la pericia del acto.
Iluminado el nombre o el amante
nadie habrá de narrar sus sacrificios,
pues el dolor o la hermosura vuelan
más alto que su signo. Y si alguien
llama ahora sordamente a la puerta
que exclame cuanto ha sido y en el umbral fallezca,
deposite los restos del silencio.
No habrá más testimonio que ese golpe
del aldabón hundido o, a modo de la vida,
la nostalgia de quien contempla y calla.