Otro homenaje para Loochkartt

La exposición “Loochkartt en los ritmos del tiempo”, organizada por el museo de Arte Bolivariano de Santa Marta (Quinta de San Pedro Alejandrino) para celebrar sus frenéticos 80 años, será inaugurada el próximo jueves 8 de agosto a las 6 p.m. Entrada libre.
Aquí las palabras liminares del catálogo.




Por Álvaro Suescún T.

Ángel Loochkartt conoce los arcanos de la genialidad, y a ellos convoca ahora que se encuentra en su etapa de mayor resplandor, su obra refleja ese aire de superioridad profunda que destila en las claves creativas de la experiencia y el conocimiento, tras un largo proceso de reflexiva maduración.
La identidad caribe aviva en sus fuegos la reflexión con alegre desenfado, dándole esa transparencia que respira en el aire de sus pinturas, es en ella donde habitan la picardía -que se nutre de relámpagos emotivos- y el dramatismo que representa en sus ardorosas escenas.  Es un investigador en búsqueda de nuevas posibilidades en la composición, el color, las formas, disciplinado en el trabajo experimental hasta consolidar esa obra mayor que es la afirmación del proceso evolutivo de todos sus años.
El erotismo tiene representación permanente en sus lienzos evocando aquellas leyendas que oímos cantar en la intimidad de las riberas y de las playas, mientras aleteaban en sus brisas encuentros enamorados narrados con desparpajo, contrapunto a la hipocresía y la retórica de otros tiempos y lugares esquivos. Es en la provocación donde radica el polo magnético que concentra las miradas de los observadores acuciosos, el caluroso ritmo del color asciende en la misma medida en que las escenas de fuego de su teatro pictórico condensan la atractiva sinuosidad de las formas.
Su pincelada, recargada sobre la línea, es una sombra urgida que  despierta en la vivacidad de sus colores. Liberada a su albedrío ahora es más controlada, en tanto aligera a su obra de esa carga lógica que elimina cualquier transición con medidas. Sigue siendo receptivo a la improvisación pero con más fidelidad a su inspiración, al peso conceptual que le adhiere el enfrentamiento a las ideas sobre las que trabaja al dictado de su imaginación. Pintura emotiva, perversa si se quiere, unas veces dislocada en una mirada diagonal como suele ser la picaresca de la sensualidad, en el trazo que se inmiscuye en lo furtivo, en una carga ciega desprendida de las corrientes que lo ceñían a las instancias grupales. Dejó su matrícula militante para asumir sus propios riesgos,  ahora navega en una corriente que lo tiene como único integrante y como expresión inequívoca a su propia obra. 
Loochkartt es intuitivo. No captura las formas en la perspectiva de una adecuada comprensión del dibujo, su magisterio rebasa toda idea de perfección para adherir al límite de la ironía, de la sonrisa siniestra, de la burla anticipada, su enorme complejidad sicológica le permiten darle contenido y profundidad pictórica a un tema banal, el asunto es un pretexto para iniciar su pintura narrativa de la cual, sin embargo, es posible definirla desde el manejo escenográfico de luces al mejor estilo de Rembrandt, y de sombras, al mejor estilo de Goya, que son los ojos más remotos que iluminan en las tinieblas de su sabiduría.

La obra de Loochkartt es una creciente mitificación del dibujo hecho con temperamento brioso. La tarea artística afirmada en su personalidad, es la configuración paciente de un trabajo bastante elaborado, un ritmo interior en permanente crecimiento magnificado en la diversidad de sus temas, en esas cotidianas escenas que son  historias de vida en el gran formato de la imaginación. Son apuntes gráficos, muchas veces acentuados en la eucaristía del color, sin economías de esfuerzos, que le sirven como pretexto para blandir su libertad.